LA HISTORIA DE ADÁN
Allah creó la tierra en dos días, la sujetó con montañas que la
equilibraran, y la hizo próspera. Después, a lo largo de cuatro días, la
aprovisionó de víveres en cantidad suficiente para las necesidades de
las criaturas que iban a vivir ahí. Tras ello, se dirigió al cielo, que
era humo, y le ordenó, así como a la tierra: “Venid a Mí, de grado o a
la fuerza”. Y le respondieron: “Acudimos a Ti obedientes“...
Después, Allah se asentó en majestad sobre el Trono, y sujetó el sol y
la luna a cursos en órbitas que señaló para ellos. También creó a los
ángeles que elogian Su grandeza, proclaman la gloria de Su inmensidad y
le rinden una devoción pura.
Su Voluntad quiso entonces crear a Adán y a su descendencia para que
habitaran la tierra y la poblaran. Informó a los ángeles de Su deseo,
diciéndoles que iba a dar existencia a unas nuevas criaturas que
trabajarían la tierra y circularían por ella libremente, y sus
descendientes se instalarían en sus diferentes zonas, se alimentarían de
sus productos y extraerían de sus entrañas los bienes que Él había
guardado, y se sucederían los unos a los otros.
Los ángeles son criaturas que Allah ha purificado para consagrarlas por
completo a Su servicio. Los ha colmado de bondades, les ha mostrado la
vía en la que Él se satisface y los ha guiado en Su obediencia, de modo
que jamás se apartan de lo que Allah quiere. Les resultó duro que Allah
quisiera crear nuevos seres para Sí, creyendo que habían faltado a su
deber o que alguno de ellos había cometido una falta, y acudieron a
justificarse ante Su Señor y le dijeron: “¿Vas a crear a otros, cuando
nosotros no hacemos sino glorificar Tu alabanza y proclamamos Tu
misterio sin cesar? Aquellos que vas a crear se querellarán entre sí por
los bienes de la tierra y se disputarán sus riquezas. Sembrarán la
corrupción y harán correr la sangre, y sacrificarán vidas inocentes?”.
Lo dijeron para justificarse y para apartar de sus corazones la
confusión. Esperaban que Allah los designara como Sus representantes
sobre la tierra por su primacía a la hora de reconocerlo como Señor de
todas las cosas y porque su único instinto era el de obedecerle. La
decisión de Allah les había trastornado, no por que dudaran de Su
sabiduría sino pensando que había en ellos algún defecto. En sus
palabras no había ninguna acusación ni con ellas pretendían denigrar al
ser humano ni a su descendencia, pues los ángeles son criaturas cercanas
a Allah, Sus servidores más dignos, y no ponen sus deseos por delante
de los de Allah, y siempre actúan bajo Su inspiración.
La respuesta de Allah dio firmeza a sus corazones y suavizó sus
costumbres. Él le dijo: “Yo sé lo que vosotros no sabéis. Conozco mejor
que vosotros la sabiduría que hay detrás de Mi acto. Doy la vida a quien
quiero, libremente. Hago reinar a las criaturas que elijo, y no por
ningún merecimiento. Ya veréis lo que ahora escapa a vuestro
entendimiento, lo que está oculto en el hombre. Cuando le haya dado
forma y haya insuflado en él de Mi Espíritu, llevad la frente al suelo
delante de él”.
Y fue así como Allah extrajo a Adán de la arcilla, de un barro maleable,
semejante al que utiliza el alfarero, y sopló en él y la vida corrió
por la nueva criatura, surgiendo un hombre completo. Allah ordenó
entonces a los ángeles que se prosternaran ante él en signo de
reconocimiento, y ejecutaron la orden que se les dio, salvo Iblis - o
Shaytân, que es lo mismo-, que, arrastrado por el orgullo, prefirió
desobedecer la orden de Allah. Allah le preguntó por el motivo de su
rebelión: “¿Por qué no te prosternas ante lo que he creado con Mis
propias Manos? ¿Es por orgullo? ¿Acaso te consideras un alto
personaje?”.
Iblîs creía estar hecho de una materia más noble que Adán, pues había
sido creado de fuego mientras que el hombre era de barro. Pensó que era
superior, y que Adán no lo igualaba en rango. Iblîs le dijo a Allah:
“Soy superior a Adán. Me has creado a partir del fuego y a él lo has
sacado de la arcilla”. Con estas palabras, Shaytân gritaba en alto su
rebelión y se declaraba desobediente. Rechazó la orden de Su Creador y
se negó a llevar la frente al suelo ante lo que Allah había creado con
Sus propias Manos. Fue el primer kâfir, el primer que se negó ante
Allah.
Allah lo castigó por su rebelión, diciéndole: “Abandona este lugar de
felicidad, y seas lapidado y maldito hasta el Día de la Resurrección”.
Entonces, Iblîs le pidió a Allah que le dejara vivir hasta el Fin del
Mundo, y Allah se lo concedió: “Sea así. Vivirás hasta el límite fijado
para el mundo”. Cuando hubo obtenido lo que quería, Iblîs, en lugar de
volverse agradecido, se cerró aún más en su orgullo y quiso arrebatarle a
Allah a los hombres, y dijo: “Puesto que has hecho que me pierda, yo
cortaré Tu camino a los hombres, y los apartaré de Ti. Estaré a la
derecha y a la izquierda de cada ser humano, iré por delante de él y
detrás de él, y no encontrarás entre ellos a quien te reconozca”.
Allah expulsó a Shaytân de Su misericordia. Prolongó su vida y le dijo:
“Ve por el camino que has escogido y sigue la senda del mal que quieras.
Embauca con tus palabras a quien te escuche. Lanza contra los hombres a
tus seguidores. Comparte con ellos sus riquezas y sus hijos. Les
prometerás mentiras, les darás esperanzas falsas. Pero no te dejaré a
solas con ellos, ni te doy poder sobre sus corazones. Aquellos que me
prefieran, los que me consagren sus corazones, los que me sean fieles,
serán liberados de ti, de tus mentiras y de tu sufrimiento. Sólo serán
tuyos los que te elijan. Y con vosotros haré un fuego eterno”.
Los ángeles se habían prosternado ante Adán, cumpliendo con la orden de
Allah y reconociendo con ello el alto rango del hombre en la creación.
Pero Allah aún aumentó más la dignidad del ser humano haciéndolo
partícipe del saber. Allah comunicó a Adán los nombres de todas las
criaturas, es decir, le enseñó la diferencia que hay entre ellas y a
relacionarlas con la habilidad del lenguaje, con lo que el hombre se
convirtió en una criatura inteligente, capaz de razonar y enjuiciar.
Allah puso las criaturas ante los ángeles, y, para ponerlos a prueba,
les dijo: “Decidme los nombres de todos estos seres, si es que os creéis
más meritorios que Adán”. Con ello, les mostraba la falta en ellos de
una habilidad que sí había depositado en Adán y que lo hacía idóneo para
ser el depositario de la ciencia y la sabiduría. El mérito de los
ángeles reside en su fidelidad absoluta a Allah, derivada de su pureza
innata, pero el mérito del hombre consistiría en hacerlo desde la
conciencia, como elección suya en medio del saber, lo cual lo pondría
por encima incluso del rango de los seres más puros al ser el resultado
de un esfuerzo y una intención propia.
Los ángeles fueron incapaces de poner nombre a las criaturas. No
pudieron encontrar la respuesta a la orden que Allah les había dado, y
reconocieron su ignorancia, y le dijeron a Allah: “Tu Nombre sea
elogiado. No sabemos más que lo que Tú nos has enseñado. Tú eres el
Señor de la Ciencia y de la Sabiduría”.
Entonces, Allah se dirigió a Adán, y le ordenó que informase a los
ángeles de los nombres de las criaturas, convirtiéndolo en maestro de
los seres puros. Allah había depositado en el ser humano una capacidad
única, el conocimiento vivo. A pesar de sus defectos, en comparación con
los ángeles, había en él algo que lo ponía en situación de
superioridad. Esa virtud del hombre es la más apreciada de Allah, y es
la que dignifica al ser humano cuando convierte su inteligencia en guía
por la vida. Gracias a ello, el hombre, cada ser humano, es califa, una
criatura singular y única, la que mejor expresa la Grandeza e Inmensidad
de su Señor.
Los ángeles se dieron cuenta entonces de que, a pesar de toda su pureza y
de toda su devoción, en el hombre había un misterio que se les
escapaba. Allah les dijo: “¿No os he dicho que sólo Yo sé los secretos
que hay en los cielos y en la tierra, que Yo sé lo que decís y lo que os
reserváis?”. Los ángeles reconocieron la dignidad del ser humano, y
entendieron por qué Allah les había ordenado que llevaran la frente al
suelo ante él, y se pusieron al servicio del hombre contra Iblîs.
Allah hizo del Jardín del Paraíso el lugar de residencia de Adán y de
su mujer, y le dijo: “Reconoce los bienes con los que te he favorecido.
Yo te he creado, y te he hecho a mi gusto. He insuflado en ti de Mi
espíritu, y he ordenado a los ángeles que se prosternen ante ti, y te he
iniciado en parte de Mis conocimientos. Mira a Iblis: lo he expulsado
de Mi misericordia y lo he maldecido en el momento en que se rebeló
contra Mí. Y he aquí el Paraíso, que he hecho para que sea tu
residencia. Si te aferras a Mí, recompensaré tus actos, y estarás
eternamente en este Jardín. Pero si me traicionas serás abandonado a tu
suerte, te expulsaré de Mi Casa, y te arrojaré al fuego. No olvides que
Iblîs es tu enemigo y el de tu mujer, y está al acecho. Que no os haga
salir del Jardín, pues fuera de él sólo conoceréis la miseria”.
Allah hizo entrega del Jardín a Adán y a su esposa, y declaró lícito
para ellos todo lo que contenía, para que lo disfrutaran a su antojo. En
el Jardín no pasarían hambre ni sed, ni calor ni frío, ni se
avergonzarían por nada. Sólo les prohibió acercarse a uno de sus muchos
árboles. Para que no se confundieran jamás, Allah les señaló claramente
ese árbol. Allah les dijo que no comieran de los frutos de ese árbol, o
de lo contrario se convertirían en criaturas perversas, y serían
contados entre los que se han alejado de Allah. Allah les dijo: “Oh,
Adán, permanece en el Jardín, tú y tu esposa, comed de sus frutos a
vuestro gusto, pero no os acerquéis a este árbol pues con ello os
pondrías al lado de los injustos. En este Jardín no conoceréis ni el
hambre ni la desnudez, no tendréis sed ni probaréis la intemperie”.
Adán y su esposa habitaron en el Jardín, donde disfrutaron de todo lo
que se puede desear. Caminaban sin preocupaciones entre sus árboles,
descansaban a su sombra y recogían sus frutos. No sentían sed ni hambre,
y lo que tomaban era por gusto. Y así estuvieron durante un tiempo, en
el mayor de los goces.
Su felicidad produjo envidia en Iblîs. No podía soportar ver a Adán y a
su esposa en ese estado de perfección, sobre todo a causa de haber sido
expulsado del Jardín por su motivo. Adán había sido la causa de toda su
degeneración y la desgracia en la que estaba condenado a vivir hasta el
Fin del Mundo, y se propuso buscar su ruina. Por ello, decidió acercarse
discretamente a Adán, y habló con él hasta convencerle de sus buenas
intenciones asegurándole que solo quería darle buenos consejos. A Adán y
a su esposa les dijo: “Vuestro Señor os ha prohibido ese árbol para
evitar que os convirtáis en ángeles o seres inmortales”
Adán y su esposa se negaron a creer lo que Iblîs les decía, y entonces
él pasó a utilizar juramentos y palabras seductoras. Les aseguró que
sólo deseaba su bien, que no quería hacerles ningún daño, sino todo lo
contrario, que deseaba verlos en un estado aún mejor. Insistió durante
mucho tiempo, describiéndoles con todo detalle las ventajas que
conseguirían comiendo del árbol prohibido, el estado superior al que
accederían con ello. Tanto repitió Iblîs sus promesas que ellos cayeron
finalmente en la trampa, y comieron lo que Allah les había prohibido
comer. Resultó entonces que en ello no había nada bueno, sino todo lo
contrario.
Habían seguido las órdenes de Shaytân, que era su enemigo, y habían
desobedecido a Allah, que era su Creador. Allah les dijo: “¿No os había
prohibido que comierais de ese árbol? ¿No os dije que Shaytân era
vuestro peor enemigo?”. Entonces se dieron cuenta de lo que habían
hecho y lo lamentaron. Despertaron del olvido al que los había conducido
Iblîs, y supieron que se habían alejado de Allah, causándose daño a sí
mismos pues lejos de Allah solo hay miseria y frustración. Le dijeron a
Allah: “Señor, nos hemos equivocado. Si no nos perdonas y no tienes
piedad de nosotros, estaremos perdidos”. Pero Allah les respondió:
“Salid de aquí, y sed enemigos unos de otros. En la tierra tendréis un
asilo y ahí permaneceréis durante un tiempo”.
Allah aceptó a Adán y a su esposa, y les perdonó su falta. Sus corazones
se purificaron de nuevo, y la esperanza de volver al Jardín guió su
existencia sobre la tierra. A partir de entonces, el Jardín es algo que
el hombre debe merecer, y lo conquista mejorando su carácter y actuando
rectamente. Y desde entonces, cumpliendo Su promesa de estar al lado de
los que Le eligen, Allah ha enviado a la tierra a Mensajeros suyos que
recuerdan a los hombres la existencia de un buen camino y un mal camino,
uno que los lleva de vuelta al Jardín de sus orígenes, y otro que los
conduce al fuego de Shaytân.
Nuestra existencia en la tierra, por tanto, se extiende desde la
expulsión en los principios de la creación hasta el Fin del Mundo, y
nuestra experiencia en ella determina nuestro destino final en al-Âjira,
la eternidad que viene después de la Resurrección. La vida en este
mundo es la prueba a la que Allah nos somete: los más nobles eligen a
Allah y se reencuentran con Él tras la muerte en el Jardín, y los que se
dejan seducir por Shaytân y siguen sus sugestiones se alejan de Allah y
se dirigen al Fuego que hay fuera de la misericordia del Único Creador.
LA HISTORIA DE LOS HIJOS DE ADÁN
El ciclo de la vida comenzó a tomar forma final cuando la esposa de Adán
(Eva, Hawwâ) empezó a tener hijos. Una vez en la tierra, se iniciaron
las penalidades y también las satisfacciones de los seres humanos; y,
así, a pesar del dolor del parto, Adán y Eva recibían con alegría a sus
hijos, destinados a poblar el mundo y continuar en el futuro lo que
empezó en los primeros tiempos. Adán y Eva comprobaron cómo, de forma
natural, sentían un profundo afecto hacia sus hijos e instintivamente
los protegían.
Eva dio a luz dos parejas de gemelos: primero, a Caín (Qâbîl) y su
hermana, y luego a Abel (Hâbîl) y su hermana. Los hermanos y hermanas
crecieron bajo el ojo atento de sus padres hasta que alcanzaron la
madurez, y se hicieron fuertes. Cuando estuvieron preparados para ello,
comenzaron a trabajar para conseguir el sustento necesario. Caín se
dedicó a la agricultura, mientras que Abel se hizo pastor y cuidaba los
rebaños.
Una vez ya hombres, Caín y Abel experimentaron el deseo de tener esposa,
pero vieron que sobre la tierra no había mujeres, y expusieron la
cuestión a Adán. Adán decidió que cada uno de ellos tomara como pareja
la gemela de su hermano. Pero aquí surgieron los problemas, pues la
gemela de Caín era más bella que la de Abel, y el hermano mayor se
consideró agraviado. Dijo que sólo aceptaría como esposa a su propia
gemela.
Entonces, Adán propuso que cada uno de ellos realizara un sacrificio, y
esperara la respuesta de Allah sobre el asunto. Caín ofreció trigo y lo
quemó en el altar. Por su parte, Abel sacrificó uno de sus camellos.
Allah eligió la ofrenda de Abel, y rechazó la de Caín, que se había
rebelado contra la primera decisión de su padre. Cada hermano, pues,
tuvo como esposa la gemela del otro, tal como Adán había recomendado al
principio, pero en Caín comenzó a desatarse un gran odio hacia Abel. Ese
odio lo iba hundiendo en la miseria y el infortunio, y sus cosechas
fueron cada vez más pobres, la tierra se hacía árida y estéril para él, y
su vida se hacía difícil.
El rencor y la envidia de Caín hacia Abel fueron creciendo con el
tiempo. En cierta ocasión, lo amenazó diciéndole: “Te mataré, porque no
puedo verte feliz mientras que yo estoy en la miseria. Estoy desesperado
y me siento humillado, y tú eres feliz y estás lleno de esperanzas”.
Abel le respondió: “Deberías buscar la razón de tu mal y curar tu
enfermedad. Busca la vía que te saque de todas las miserias y vive en la
paz, y la vida te sonreirá. Allah, fuente de todas las bondades, no
acepta al que no le teme”.
Abel era un hombre dotado de inteligencia y de fuerza física
considerable. Era de los que son dignos de confianza, de los que
respetan el don de la sabiduría y reconocían sobre sí la primacía de
Allah y de sus padres, buscando satisfacerles. Se entregaba a Allah, y
Allah respondía a sus ruegos. Había aprendido de su padre que la vida es
pasajera y que todo volverá a Allah después de la muerte para escuchar
Su juicio, y se preparaba para ello realizando todo el bien que podía; y
por eso, cuando escuchó a su hermano, en lugar de encolerizarse con él,
le dio prudentes consejos. Pero sólo consiguió que la ira de Caín
aumentase.
La envidia pudo más que los lazos que tiene que haber entre hermanos, y
Caín se convirtió en un volcán de odio hacia Abel. Nada podía
disuadirle, y se sentía cada vez más miserable y humillado, Aprovechó un
momento de desatención, y mató a su hermano. La vida abandonó el cuerpo
de Abel, y fue el primer ser humano en morir; y, además, murió
asesinado por su propio hermano.
Cuando Adán echó en falta a su hijo menor, salió en su búsqueda, pero no
lo encontraba. Preguntó a Caín, y este le respondió: “No sé dónde está.
Yo no soy su protector”. Entonces, Adán adivinó lo que había pasado y
una enorme tristeza se apoderó de él. Había perdido para siempre a su
hijo, pero, a la vez, se apoderó de él una intensa piedad por Caín, el
asesino, que también era hijo suyo. Decidió entonces callarse, y volvió
apenado junto a Eva, sin saber qué hacer.
Caín se dio cuenta de que había cometido un crimen, que su acto era
imperdonable, y se apoderaron de él la angustia y el desasosiego. Quiso
esconder el cadáver de su hermano, pero no sabía cómo hacerlo. Lo cargó
sobre sus espaldas, y buscó algún lugar apartado donde dejarlo para que
nadie, ni Allah tan siquiera, lo vieran nunca. Llevó el peso del cuerpo
de Abel durante mucho tiempo, y la fatiga empezó a desesperarlo. Además,
la carne de su hermano empezó a pudrirse y el olor era insoportable.
Allah quiso entonces proteger la dignidad del cadáver de Abel. Hizo que
dos cuervos se pelearan delante de Caín, y uno mató al otro. El cuervo
vencedor se puso a cavar con su pico un agujero en el suelo, y a
continuación enterró el cuerpo de su compañero. Caín aprendió así lo que
debía hacer, pero se dio cuenta también de la maldad de sus actos. No
había evitado que Allah supiera lo que había hecho, y Allah ahora le
revelaba cómo dar sepultura a Abel, devolviéndolo a la tierra de la que
el ser humano ha salido, y Abel quedaba con ello dignificado. Y todo
ello, Allah se lo había enseñado en el comportamiento de un cuervo, que
demostraba más nobleza y sabiduría que el propio Caín. Caín dijo: “Soy
un miserable, aún más vil que un cuervo asesino, que me ha enseñado que
debo enterrar a mi hermano”.
LA HISTORIA DE NOÉ
El pueblo de Noé (a.s.) adoraba a los ídolos desde los confines del
tiempo. Tomando por tales, a aquellos ídolos a los cuales pedían el
bien, y por los que creían expulsar el mal. Les confiaban todo en la
vida, adjudicándoles diferentes nombres: Tandót Out, Souá e Iagouz,
Tantót Yaquq y Nasr; aquellos que la ignorancia les inspiraba. Entonces
Allah les envió a Noé (a.s.), hombre de palabra elocuente, moderado y
paciente en extremo. Allah le había dotado con el poder de la convicción
y la riqueza de argumentos.
Noé (a.s.) transmitió a su pueblo el mensaje de Allah, aunque fue
rechazado con desprecio. Les informó del castigo de Allah, a lo que
ellos, se volverían sordos y ciegos. Intentó seducirlos anunciándoles la
recompensa de Allah, pero con gestos arrogantes se taparon los oídos.
Aun así luchó y discutió con ellos, volcando toda su paciencia en ellos,
hasta que se le agotaron los argumentos y la paciencia. Pero la
esperanza de que ellos pudieran acercarse a Allah persistía en él,
cerrando su corazón al camino de la desesperación. Al contrario,
perseveró en sus discursos, se empecinó en comunicar el mensaje de Allah
haciéndolo de noche y día, en secreto y públicamente.
Noé, (a.s.) conseguía atraer su atención al comunicarles el secreto de
la existencia y el surgimiento de la creación: “Una oscura noche en el
cielo del zodíaco donde nada la luna, y el sol que brilla sobre la
tierra, donde brotan los arroyos y germinan las plantas y los frutos.
Todo ello habla claramente, y da pruebas innegables sobre la existencia
del Uno, Único, Allah, y de un poder formidable y sin igual”.
Y de esta manera, Noé (a.s.) siguió su lucha, discutiendo y presentando
pruebas que les convencieran, hasta que un pequeño grupo creyó en él y
respondió a su llamada declarando verídico su mensaje.
En cuanto a aquellos a los que Allah había colocado un sello sobre sus
corazones, la desgracia acaeció sobre ellos, y no se dejaron guiar. En
su pueblo habían nobles acomodados en lo más alto de la sociedad que se
unieron en connivencia, burlándose de él y menospreciando sus
intenciones. Le dijeron: “No eres más que un mortal como nosotros y uno
de los nuestros. Si Allah hubiese querido enviar a un mensajero, habría
enviado a un rey.
Nosotros lo habríamos escuchado, y respondido a su llamada. Sólo tienes
por adeptos a la hez del pueblo, a los hombres de las profesiones más
mediocres, y de las castas inferiores. Ellos se dejaron arrastrar sin
llegar a reflexionar profundamente, sin pensar demasiado en sus actos,
ni madurar sus ideas. Si verdaderamente fueras como dice esa gente, un
buen augurio para los que nos han precedido; nosotros que somos más
inteligentes y poseemos el don de la clarividencia y sabiduría
espiritual, nos habríamos adelantado a tomarte como guía”.
La discusión y las controversias se encarnecieron, haciéndole a Noé
(a.s.), las siguientes afirmaciones: “Noé, no nos parecéis ni tú ni tus
camaradas, superiores a nosotros, ni en inteligencia, ni en perspicacia.
No sois mejores administrando los bienes terrenales, y ni conocéis su
fin; os tomamos más bien por impostores.
Noé (a.s.) les respondió: “Qué pensaríais si me basara en una prueba
irrefutable de mi Señor, con la que concediese su gracia y misericordia
y que confirmara mi mensaje; una prueba que ha permanecido oculta a
causa de vuestra ceguera. Verdaderamente intentáis ocultar el sol a los
necesitados y cubrís las estrellas de sus manos. Voy a obtener un poder y
a imponéroslo para llevaros a creer en mi misión”. Respondieron: “Noé,
si deseas para nosotros enseñarnos la buena dirección, y conducirnos al
triunfo, si quieres para nosotros la victoria y el poder, entonces,
abandona esos entresijos que has seguido. Aléjalos de tu grupo, prívales
de tu protección. No podemos seguir su camino e imitarlos, nos resulta
insoportable que se nos compare con ellos por sus creencias. ¿Cómo vamos
a conformarnos con un din (el Islam), que iguala a nobles y obreros,
reyes y gente común del pueblo”.
Noé (a.s.) contestó: “Este es un mensaje abierto y comprensible para
todos. Es igual para el perezoso, el célebre, el insignificante, los
ricos; y todos están al mismo nivel que los pobres, tanto jefes como sus
súbditos. Suponed que accedo a vuestros caprichos y que los expulso
para daros ese placer, ¿con quién podría contar para extender el mensaje
de Allah y dar fuerza a su llamada?, ¿cómo puedo abandonar a las
personas que lo sostuvieron, mientras que vosotros me abandonabais? Mis
palabras se han vertido durante el camino en todos los corazones, aunque
de vosotros no he recibido nada más que rechazo y negación de todo lo
que invita a creer en Allah. Además, ¿cual sería mi actitud ante Allah
hacia los que me siguieron, si me vuelven la espalda y buscan la
discordia, si se quejan ante Allah de que les pagué su bondad con
ingratitud y su caridad con la ignorancia? ¡Vosotros sois realmente un
pueblo ignorante!.
Cuando la discusión tomó fuerza entre ellos, el espacio de desacuerdo se
extendió, y con el cansancio perdieron la paciencia diciéndole entonces
a Noé (a.s.): “¡Noé! Nos has contravenido con abundancia, danos ahora
lo que nos prometes si eres de aquellos que dicen la verdad”. (Corán
Hud-32)
Noé (a.s.), burlándose de ellos les dijo: “Sois exagerados en cuanto a
ignorancia se refiere, y superáis el límite de la idiotez. ¿Quién soy yo
para traeros el castigo o preservaros del mismo?, no soy más que un
ser humano como vosotros, a quien le ha sido revelado que no hay otra
realidad que Allah. Tan solo debo comunicaros lo que se me ha ordenado,
unas veces os acercará a la recompensa y otras os informará del castigo.
Todas las cosas regresan a Allah, y si Él lo quiere, os guiará, y, si
lo quiere, acelerará vuestro castigo. Si Él lo desea, trasladará vuestro
castigo nada más que para agravarlo y volver vuestra desdicha más
grande.
Los profetas han sido agraciados con la indulgencia hacia aquellos que
obran con astucia; y de extrema paciencia en el esfuerzo que implica su
lucha, que significa realizar a la perfección su misión. Allah, asimismo
los dotó con la sabiduría y la resistencia, con el fin de que la gente
no tenga ni argumentos, ni excusas que oponer a Allah tras la llegada
de los profetas.
Noé (a.s.), era uno de los profetas con más determinación. Él vivió
entre los suyos 950 años, soportando su maldad, resistiendo sus burlas,
acechando la menor luz de esperanza y esperando de su parte un signo de
aceptación del Islam.
Pero los días pasaban y no hacia otra cosa que acrecentar más su
arrogancia y repulsión a su misión. El filo de la esperanza estaba a
punto de romperse, y el futuro se presentaba oscuro.
Noé (a.s.) buscaba refugio en la cercanía de su Señor, pidiendo asilo y
asistencia. Compadeciéndose de aquellos ante los cuales había sido
impotente, y de los que no esperaba un punto de credulidad. Allah le
reveló: “Que en lo sucesivo no tendría nuevas conversaciones,
exhortándole a no lamentarse más por la conducta de su pueblo”
(Hud.-36).
Noé (a.s.) entonces ejecutó la palabra de Allah, que era ley para él.
Allah quería que nadie más creyera. Él les había impuesto un sello sobre
sus corazones, cerrándolos herméticamente. Ellos no se plegaban a las
pruebas presentadas y no se dejaban conducir por el mensaje revelado.
Entonces Noé (a.s.) perdiendo la paciencia dijo: “Señor, no dejes
subsistir sobre la tierra a ningún infiel, ya que si los dejaras, ellos
extraviarían Tus asuntos y no engendrarían nada más que asuntos
perversos e impíos (Corán Noé:26,27).
Allah le concedió su deseo y le revelo la construcción de un arca bajo
Su supervisión y siguiendo Sus planes, además de que dejara de apiadarse
de los incrédulos, ya que perecerían ahogados.
Entonces Noé (a.s.) se instaló en un lugar lejos de la ciudad, preparó
las planchas de madera y las tuercas y se puso manos a la obra. Sin
embargo, no pudo huir de las burlas y el sarcasmo de su pueblo.
Algunos le decían: “¿O Noé, ayer pretendías ser un mensajero y un
profeta, cómo es que te has convertido en carpintero? Te has cansado de
la profecía, o has sentido una cierta predilección por la carpintería?”.
Otros lo alternaron con burlas: “¿Cómo podrá tu buque navegar lejos por
mares y ríos? Has preparado bueyes para arrastrarlo, o cuentas con el
viento para llevarlo?”. Pero no tuvo en cuenta ya su sarcasmo, y
continuó impasible ante sus burlas. Les dijo: “Hoy nos ridiculizáis,
aunque no tardaremos en ridiculizaros a nuestra vuelta, pronto lo
sabréis porque se prepara un castigo cruel en este mundo y un suplicio
eterno reservado en el otro” ( Corán, Hud: 38-39).
Luego se volvió hacia el navío, montando las planchas, uniendo sus
partes, hasta que el navío se construyó de tableros y tirantas de
hierro. Noé (a.s.) entonces esperó 1a orden de Allah que le reveló: “El
día de nuestro decreto llega a su ejecución, cuando nuestras señales
aparezcan, ve sobre el arca, y embarca allí a todos aquellos de los
tuyos que han creído, así como una pareja de cada especie, y espera de
Mi una nueva orden”.
Entonces, las puertas del cielo se abrieron y las fuentes brotaron por
toda la tierra. El nivel de agua alcanzó las colinas más altas,
invadiendo todos valles y sus pendientes. Noé (a.s.) acudió al arca,
llevándose con él lo que Allah le había pedido, como animales, personas y
plantas. Y el barco zarpó: navegando y llegando a puerto con el nombre
de Allah, unas veces balanceándose al ritmo de un viento ligero, y otras
levantado por tornados. Las aguas se abrían para tragarse a los
infieles y la espuma les servía de tumbas. Los incrédulos se
encarnizaban contra la muerte, pero la muerte los acechaba. Combatían
las olas, pero las olas los absorbían. Al final el agua los enterró como
a un secreto el corazón.
Alzándose sobre el puente del navío, Noé (a.s.) vio a su hijo Kanaan,
victima de su infortunio, había combatido a su padre desviándose de la
creencias del mismo, y ahora luchaba contra las olas, intentando
encaramarse a una montaña que lo salvara o una colina donde encontrar
refugio. Pero la muerte lo acechaba, su ahogamiento estaba anunciado. El
corazón de Noé (a.s.) se encogió, la compasión lo atenazó y su amor y
el cariño para sus hijos se desataron. El lo llamó, esperando que esta
llamada alcanzara su corazón y conmoviera su fe, o al menos afectara a
su sensibilidad para que renunciara a su extravío. Le dijo: “Donde vas
hijo mio. Huyes de la decisión y la predestinación de Allah. Ven al
barco como creyente, podrás reunirte con tu familia y salvarte, (O hijo
mío, sube con nosotros. No permanezcas con los incrédulos) [ Corán,
Hud-42 ].
Pero estas palabras no consiguieron tocar el alma de su hijo y no
pudieron atravesar su corazón. Él se creía capaz de evitar el infortunio
y de escapar al destino y dijo: “Déjame (me refugiaré sobre una montaña
para escapar a las aguas) [ Corán, Hud-43 ].”
Noé (a.s.) encogido de dolor, vencido por la pena, le respondió: “Hijo
mío, (Nadie escapará hoy al decreto de Allah, si no es por efecto de Su
clemencia) [Corán Hud-43 ]."
Pero una ola los separó, y no pudo ver más a su hijo, carne de su
carne, corazón de su corazón. Un dolor insoportable lo poseyó, y
volviéndose hacia Allah, refugio de todo afligido, angustiado,
solicitó: "(Señor, mi hijo es de los míos) [Corán Hud-45], Tu has
prometido - y Tu promesa es justicia- que me salvarías, así como a los
que creyeron de mi pueblo – Tu eres es el más justo de los jueces”.
Allah le reveló: “Noé, él no es de tu familia, ni de los más próximos de
tu tribu. El ha sido victima de su mal destino, merece por ello ser
llamado incrédulo. No puedo considerar que forma parte de tu familia
sino a los que creyeron en ti y en tu mensaje, y que respondieron a tu
llamada. Los de allí son tu verdadera familia, para la que prometí la
salvación, y asegurarles una vida segura. (Ya que teníamos el deber de
amparar a los creyentes) [Corán Rum-47 ]”.
En cuanto a él, que negó tu mensaje y desmintió la palabra de Allah, ya
no forma parte de tu familia, y se excluye de tu intercesión, tanto si
es cercano a ti por parentesco o genealogía, dirigiéndose seguramente
hacia su muerte. Esta próximo al final ineludible, pero si él se refugia
sobre una montaña donde toma asilo entre los suyos. Que esté en
adelante en guardia a la hora de pedirme lo que no debes saber, o de
discutir conmigo de lo que ignoras (Yo te he informado para no dejarte
entre los ignorantes) [Corán Hud-46].”
Noé entonces consideró que la ternura le había desviado de la justicia y
la piedad le había cubierto la razón. Tendría que tender las manos y
alabar a Allah por la concesión con la que los había gratificado, a él y
los creyentes de su pueblo, también por el final que los incrédulos
habían sufrido. Entonces Noé (a.s.) se dirigió a su Señor,
arrepintiéndose de su error, pidiendo refugio contra Su cólera. Él le
dijo: "(Señor, perdóname si te he preguntado sobre aquello que no debo
saber." Si no me perdonas y no me concedes Tu misericordia, estoy
perdido) [ Corán Hud-46 ]”.
Una ola lo separó de su hijo, el cual se ahogó. Finalmente cuando la
voluntad de Allah se realizó, el cielo se aclaró, y las aguas se
retiraron, encallando el arca sobre el monte Joudy, entonces los que
habían sobrevivido al diluvio dijeron: "lejos de nosotros queda la gente
injusta". Entonces se le comunicó a Noé (a.s.): "Desembarca en paz, con
aquellos que te han seguido de tu pueblo. Que la bendición os acompañe,
y que la protección de Allah os envuelva”.
LA HISTORIA DE HUD
El país de los 'Ad se hallaba en la región comprendida ente el Yemen y
Omán. Allí vivieron durante un cierto periodo de tiempo con desahogo y
saboreando bonanza de la vida. Allah les había gratificado con numerosos
favores y beneficios. Ellos hicieron brotar arroyos, cultivaron la
tierra, sembraron jardines y erigieron palacios. Además, Allah los había
provisto de unos cuerpos vigorosos de alta estatura; habían sido pues,
favorecidos más que cualquier otro mortal.
Sin embargo, jamás se plantearon preguntarse sobre el secreto de la
existencia, ni se molestaron en conocer el origen de sus dones, lo más
equivoco que sus pensamientos pudieron albergar y donde creían sentían
cómodos, era creando y adorando a sus ídolos. Los tomaban por dioses y
ante ellos se postraban, frotándose los pies y la cara con la tierra.
Les agradecían cada bien que recibían y acudían a pedirles socorro por
todas las desgracias que sufrían. Además, sembraron el desorden sobre la
tierra. Las mayores humillaciones e injusticias recaían sobre los más
débiles y los ancianos.
Allah quiso entonces dirigir a los poderosos de entre ellos y
concederles la fuerza a los más débiles, educar sus espíritus y suprimir
los velos de la ignorancia que cubrían sus ojos. Con este fin, Allah
decidió enviarles un profeta de entre los de su propia nación, para que
pudiera hablarles en su mismo idioma y hacerse comprender. El debía
guiarles hacia Allah y demostrarles la inutilidad de aquello a lo que
adoraban, actuando con compasión y generosidad.
Hud (a.s.) había nacido en una de las familias nobles de los 'Ad, y se
había hecho notorio cultivando su sabiduría con el derecho, siendo de
carácter indulgente. Allah lo escogió para llevar su verdad confiándole
su mensaje. Tal vez él pudiera guiar sus almas extraviadas hacia el
camino recto.
Hud (a.s.) obedeció la orden de Allah y se encargó de Su misión,
armándose de aquello con que un profeta puede armarse. Su determinación
podía allanar montañas y su sabiduría era garantía de triunfo sobre los
ignorantes. Se dedicó pues a criticar a sus ídolos y a envilecer su
adoración. Él les decía: "Oh pueblo mío, ¿que son esas rocas que
esculpís, podéis adorarlas y buscar en ellas refugio? ¿Que mal pueden
causar ellas o en que os pueden favorecer atrayendo vuestra atención?
¿En qué pueden ser útiles o perjudiciales? No os aportan ningún bien y
no pueden protegeros de ninguna desgracia. Subestimáis vuestra
inteligencia y ponéis vuestro honor en entredicho.
No hay más verdad que Allah, el único que debe ser adorado y que es
digno de que os giréis hacia Él. Es Allah el que os ha creado y
concedido la prosperidad. Solo Él puede haceros vivir o morir. Es Allah
el que os hace reinar sobre la tierra y quien ha hecho crecer las
cosechas, al igual que únicamente Él ha hecho de vosotros personas
vigorosas. Igualmente a sido Él quien a bendecido vuestras fortunas.
Creed en Él, y guardaros de corromper la verdad, o enorgulleceros ante
Allah. Sufriréis entonces lo que el pueblo de Noé sufrió, no hace tanto
tiempo de ello".
De esta forma Hud (a.s.) predicó entre su pueblo, esperando que sus
palabras alcanzaran el fondo de sus corazones y esto les llevara a
convertirse, o que sus palabras abrieran un camino hacia sus espíritus
para que pensaran en el camino recto y los siguieran. Pero lo único que
vio en ellos fue la pasividad de sus pasivas caras y ojos despavoridos.
Acababan de oír por primera vez en su vida ese discurso, sus palabras no
les eran nada familiares y le contestaron: "Que significa tu discurso,
es que divagas? ¿Como es que quieres que adoremos a Allah y no le
asociemos nada. Nosotros adoramos a los ídolos por que ellos nos acercan
a Él, y porque interceden en favor nuestro cerca de Él".
Entonces Hud (a.s.) les dijo: "Allah es uno y no tiene asociación,
adorarlo exclusivamente a Él es el espíritu de su Dîn y su esencia, y
constituye el corazón y el cerebro. Allah está próximo, tan solo a dos
dedos de vosotros. En cuanto a las estatuas que adoráis y por las cuales
creéis agradarle, para que por ellas os conceda sus favores, ellas no
hacen más que apartaros de Allah, aunque penséis que ellas os acercan
más. Vuestros ídolos son la prueba de vuestra ignorancia respecto de lo
que pretendéis saber y comprender".
Entonces apartándose de Hud (a.s.) le replicaron: "Tu estas aturdido y
aquejado de debilidad mental. Envileces nuestras adoraciones y criticas
lo que hemos heredado de nuestros padres. ¿Qué haces entre nosotros? ¿Y
qué te distingue de nosotros? Comes lo que nosotros comemos, y bebes
como nosotros lo hacemos. Vives tu vida de la mismo manera que la
nuestra. ¿Porqué Allah te eligió para difundir su mensaje? No eres más
que un impostor".
Hud (a.s.) les respondió: "No estoy aquejado de debilidad mental al
igual que no soy un idiota. He vivido entre vosotros mucho tiempo y
jamás me habéis contradicho ni acusado de idiota. ¿Porqué os asombráis
al ver llegar hacia vosotros a uno de los vuestros, encargado por Allah
de advertiros y difundir su mensaje entre vosotros. Al contrario, lo que
sería extraño, es que las gentes se perdieran sin un mensajero que les
guiara, viviendo en un desorden completo, sin ninguna barrera moral. Sin
embargo, no he todavía desesperado en cuanto a vuestra conversión, y
aun puedo esperar con paciencia de entre vosotros más afrentas. Pensad
razonablemente y descubrid por vosotros mismos la verdad.
Descubriréis sin lugar a dudas que Allah es único en toda cosa y el
origen del milagro del universo, de las criaturas extrañas, del giro de
los astros o el brillo de las estrellas. Toda cosa posee un signo que
indica que Allah es único. Entonces creed en Él e implorar su perdón. Él
os enriquecerá desde el cielo con abundantes lluvias y acrecentará
vuestras fortunas y poder con otras. No abandonéis la vida en esta
tierra como rebeldes. Y sabed que después de vuestra muerte seréis
resucitados. Quien ha hecho el bien, eso será en su provecho, y quien
hizo el mal, será en su detrimento. Entonces aprestaros y preparaos para
vuestro fin. Os he comunicado el mensaje del cual he sido encargado, no
soy nada más que un advertidor exponiendo claramente las cosas".
Ellos le contestaron: "Sin duda unos de nuestros dioses ha deseado tu
mal y a atacado tu razón trastornándote el espíritu. Divagas con
palabras que no son verdaderas excepto para ti, y que no afectan nada
más que a tu razón. Si no ¿qué ocurría por arrepentirse para que Allah
envíe la lluvia, aumente nuestra fortunas o nos hagas más poderosos?
¿Cual es ese día de la resurrección donde pretendes que seamos
resucitados después de que nuestros cadáveres se descompongan y pudran?
¡Está lejos lo que pretendes y prometes! Únicamente poseemos nuestras
terrestres vidas, vivimos y luego morimos, no hay nada aparte del tiempo
que pasa y nos destruye. Además, ¿cual es ese suplicio del que nos
adviertes y quieres prevenir? No renunciaremos a la adoración de
nuestros ídolos. Que se realicen entonces tus amenazas si de verdad eres
sincero".
Cuando Hud (a.s.) percibió la obstinación en su contestación, les dijo:
"Tomo a Allah por testigo de que he transmitido su mensaje sin
negligencia alguna y que he luchado sin vacilar por temor alguno. He
perseverado en su mensaje y en la lucha. No he temido ni vuestra fama ni
vuestro poder. Podéis conspirar si queréis en mi contra. Yo me refugio
en Allah, mi Señor y el vuestro. No existe ni una sola criatura que no
viva por su magnificencia, mi Señor está en el buen camino".
Hud (a.s.) continuó con su misión, y las gentes de los 'Ad persistían en
apartarse de él, hasta que un día, divisaron una nube gris en el cielo.
La observaban mientras que otras acudían a mirarla. Exclamaron: "¡Es
una nube que anuncia la lluvia! Por lo que se dispusieron a recibirla
yéndose a preparar los campos, pero Hud les dijo: "Esta no es una nube
que os vaya a aliviar, sino todo la contrario, es un viento que trae la
venganza que habéis estimulado. Es un viento que traerá un gran
sufrimiento. Entonces les embargo un gran miedo por el temor a la
pérdida de sus animales, sus vidas y la integridad de sus viviendas.
Cuanto del viento los alcanzaba, los arrastraba y arrojaba lejos de los
lugares en los que se encontraban, fueron entonces presa del terror y
espantados, acudían a refugiarse en sus casas pensando que eso les
salvaría. Pero la catástrofe se había generalizado y la desgracia a
todos les llegó. El viento que arrastraba la arena del desierto duró
siete noches y ocho días consecutivos, aniquilando en su paso la nación
de los 'Ad. Sus sombras y su recuerdo desaparecieron y no formaron más,
parte de la historia (Y tu Señor no destruirá todas las ciudades
mientras que sus habitantes quieran reformarse. Corán, Hud -117).
En cuanto a Hud (a.s.), sus compañeros y aquellos que creyeron en él.
Todos se refugiaron cerca de Hud (a.s.), quedándose inmóviles mientras
el viento alrededor de ellos silbaba y esparcía la arena. Permanecieron
quietos y tranquilos, hasta que el viento amainó y la atmósfera volvió a
estar en calma.
Después de todo esto, Hud (a.s.) se trasladó hacia Hadramut, donde permaneció el resto de su vida.